Que terrible el momento en que me dijo que de esos ya no existian. Que el más básico venía con la modernidad misma del infrarojo y la cámara (para ser una más de los que sacan fotos cuando el metro está repleto, o de algún famoso en el aeropuerto al que nunca voy, de hecho no lo visito desde la gira de estudios en 8 básico, hace seis años). Me quiso entusiasmar ofrenciendo celular con mp3, y desilusionarme al advertirme que el aparto que elegí no tenía ese asunto de manos libres pero que no es con audifonos, sino que con una especie de mini celular pegado a la oreja todo el día. No me quedó otra que adquirir el más simple dentro de todo, que no salió ni gratis. Que terrible, la promoción de cambiar el celular gratuitamente ya había pasado. Me fuí sin ganas de sacarle el plástico que protege el lente de la cámara porque todavía tengo la idea de poner un sticker en ese lugar, para que nunca me lo roben ni me lo pidan para sacar una foto. Aunque me digas huasita, lo haré!.

Debo confesar que acabo de utilizar la tecnología del celular. Puse la radio y salió una canción que me agrada mucho pero ni idea de quien és. Me conecté al msn y no estabas para que pusieras la zero y me dijeras quien era. Y le pregunté a Diego pero justo la canción se acabó. En ese ratito me acordé que el celular sirve para grabar sonido yguardé lo que pude de la canción para cuando te vea puedas descifrar aquel enigma musical. Ya me siento mal por la contradicción de utilizar la tecnología que a un cominezo rechacé rotundamente, todavía la rechazó.

Si me lo piden para jugar no lo presto por la razón que tenía como mensaje de bienvenida mi antiguo celular: "los celulares no son para jugar". Ay, definitivamente soy de otra generación. Compañeros, dos o tres años menores que yo, no se despegan de sus cell phone. Incluso hay uno que estudia con él. Y misteriosamente son los mismos que son ultra cercanos a la iglesia (católica y evangélica).

Ya me dio miedo, las coincidencias y que ya no existan celulares normales. De pronto los refrigeradores van a hacer el aseo y el teclado del computador va a escribir solo.

Conseguir momentos y días felices no es tan complicado.

Y había pensado en aquello un par de veces, pero ayer más que siempre. Mientras vendía afuera de la Universidad, estaba estudiando con un teclado casio muy pequeño. En eso se me acercó un niño y me preguntó si lo vendía. Yo le dije que no, primero porque es mio pero no tanto y por otra parte, porque me sirve harto para estudiar en estos tiempos. Me preguntó que de donde lo había sacado, cuanto me había costado. Le dije todo pero de poco servía porque fue adquirido en una feria, y bueno, es cosa de suerte. El asunto es que él colecciona teclados casio, pero de los chiquititos. Maravilloso. Considero que las colecciones son lo mejor que uno puede tener, más cuando son secretas porque ahí pasa a ser lo único que tenemos en el mundo.

Hace algunos años yo tenía una colección de muñecos de la feria, esos de plástico. Luego, en una remodelación de mi pieza pasaron a la historia. Terrible. Ahora tengo otra pero es secreta, porque como dije antes, es lo único que tengo.

Siempre he creido en Iván Torres y lo apoyo cuando no pasa lo que él dice, pero hoy he estado esperando la lluvia anunciada entre las 9 y 10 de la mañana y ya son las once 19 y no pasa nada.

A veces el viaje de vuelta a casa se me hace muy largo, y en el metro lleno es casi imposible mirar hacia afuera para por lo menos ver algo más que muchos rostros. El otro día a eso de las seis de la tarde pude ver un cielo naranjo hermoso. Ayer estaba muy aburrida y empecé a mirar detenidamente las manos de la gente que se afirmaba en uno de esos pilares de metal. Eran cuatro manos. Una tenía muchos pelos y estaba muy seca. Otra tenía las uñas cortadas muy cuadradas. De una no me acuerdo, y de la otra, que era de dedos cortos. Lo entretenido de esto era imaginarme al dueño o dueña de esas manos. Me daba risa cuando mi imaginación correspondía con la realidad. Una persona como que se dió cuenta de que yo miré su mano yluego su cara y retiró sus dedos del fierro. También me fijé en las uñas. Ninguna era plana como las tuyas. Y así el recorrido desde Plaza de Armas a Bellavista La Florida ni se notó.