No estoy, no estoy
"Siempre tuvo una gran facilidad para escuchar lo más silencioso. El murmullo del adiós que se contiene, la música de aquel taxi que voló con la luz amarilla, para evitar la roja y el par de minutos de espera.
Una vez se encontró frente a un hombre. Lo miró sin sonreir. Al momento de bajar los ojos sintió el sonido de sus labios, ese sonido que indica que comienzan a separarse para articular una palabra. Maldijo aquella idea que la gente tiene en su cabeza, esa en que se cree que toda persona que va sola en el transporte público tiene grandes deseos de entablar conversaciones.
Cerró los ojos y simuló un dolor de cabeza, pues no quería escuchar lo inescuchable. Volvió a mirar a aquel hombre y si, él quería hablar. Levantó las cejas en forma de saludo. De nuevo miró sin sonreir. "No quiero escuchar, no quiero". Otra vez esos labios resecos comenzaron a separarse y en forma de ensayo él dijo hola. Nadie más lo escucho. Hizo como que nada pasó y esta vez él simuló una tos. Quizás para escuchar el timbre de su propia voz y las cuatro palabras supuestamente invisibles, para estar seguro del volumen utilizado, para estar seguro de que de verdad eran palabras invisibles. Pero no para ella.
Por tercera vez lo dijo y no quedó otra cosa que reaccionar. "Buenos días", respondió. El hombre la miró y no dijo nada. Era imposible, él no dijo nada.La miró de nuevo, luego a su reloj. Se bajó apenas pudo y ahí quedaron sus palabras sin fondo ni borde. Ahi quedó ella con el mismo problema de siempre. No entiende. No, definitivamente no. Nadie.
Una vez sintió amor, ese amor con el que se despierta cada día. Ese amor en compañia. Ese amor de ojos perdidos y de números que no existen. Ese. Ese que uno cree es perfecto. Y lo es. Lo fue hasta que escuchó y no entendió. "No estás, no estás" murmuraba él mientras la abrazaba. Un murmullo transparente. Ella no decía nada pero trataba de estar más. Y lo estaba, como siempre. Lo estuvo. Caminaban en silencio y junto al sonido de los neumáticos pasando por el cemento se volvía a escuchar aquellas palabras. "No estás, no estás". Ella lo miraba y él sonreía esperando reacciones. "No estás, no estás". "No estoy, no estoy". Se convenció y se fue. No entiende. Nunca entendió que él no necesitaba más horas, necesitaba un murmullo en forma de respuesta que repitiera un par deveces "Si estoy, si estoy". Nunca entendió que las palabras silenciosas que escuchó fueron acciones arrepentidas. Nunca entendió que las percepciones no son las mismas. Que no todos quieren escuchar lo mismo. Nunca entendió que el saludo fue un ataque. El atentado a su silencio. No, nunca entendió".
Una vez se encontró frente a un hombre. Lo miró sin sonreir. Al momento de bajar los ojos sintió el sonido de sus labios, ese sonido que indica que comienzan a separarse para articular una palabra. Maldijo aquella idea que la gente tiene en su cabeza, esa en que se cree que toda persona que va sola en el transporte público tiene grandes deseos de entablar conversaciones.
Cerró los ojos y simuló un dolor de cabeza, pues no quería escuchar lo inescuchable. Volvió a mirar a aquel hombre y si, él quería hablar. Levantó las cejas en forma de saludo. De nuevo miró sin sonreir. "No quiero escuchar, no quiero". Otra vez esos labios resecos comenzaron a separarse y en forma de ensayo él dijo hola. Nadie más lo escucho. Hizo como que nada pasó y esta vez él simuló una tos. Quizás para escuchar el timbre de su propia voz y las cuatro palabras supuestamente invisibles, para estar seguro del volumen utilizado, para estar seguro de que de verdad eran palabras invisibles. Pero no para ella.
Por tercera vez lo dijo y no quedó otra cosa que reaccionar. "Buenos días", respondió. El hombre la miró y no dijo nada. Era imposible, él no dijo nada.La miró de nuevo, luego a su reloj. Se bajó apenas pudo y ahí quedaron sus palabras sin fondo ni borde. Ahi quedó ella con el mismo problema de siempre. No entiende. No, definitivamente no. Nadie.
Una vez sintió amor, ese amor con el que se despierta cada día. Ese amor en compañia. Ese amor de ojos perdidos y de números que no existen. Ese. Ese que uno cree es perfecto. Y lo es. Lo fue hasta que escuchó y no entendió. "No estás, no estás" murmuraba él mientras la abrazaba. Un murmullo transparente. Ella no decía nada pero trataba de estar más. Y lo estaba, como siempre. Lo estuvo. Caminaban en silencio y junto al sonido de los neumáticos pasando por el cemento se volvía a escuchar aquellas palabras. "No estás, no estás". Ella lo miraba y él sonreía esperando reacciones. "No estás, no estás". "No estoy, no estoy". Se convenció y se fue. No entiende. Nunca entendió que él no necesitaba más horas, necesitaba un murmullo en forma de respuesta que repitiera un par deveces "Si estoy, si estoy". Nunca entendió que las palabras silenciosas que escuchó fueron acciones arrepentidas. Nunca entendió que las percepciones no son las mismas. Que no todos quieren escuchar lo mismo. Nunca entendió que el saludo fue un ataque. El atentado a su silencio. No, nunca entendió".
By: Cindy (Valeria) Vidal (Montt) | lunes, 19 de noviembre de 2007 at 17:34 | |